lunes, 10 de marzo de 2008

Página 9. De selva, mareos y desgracias

Los 120 a 150 km. que separan San Cristóbal de Palenque, los colectivos los hacen en 5 horas. Hasta casi la entrada a Palenque no existe una recta mayor a los 100 metros. El paisaje, espectacular. En un principio rodeado de bosque, se veían algunas chozas de madera. Todo muy patagónico. Con el correr de las horas ese bosque se fue convirtiendo en selva espesa. El verde es increíble, uno de los paisajes ruteros más lindos que vi, pero por las características del terreno y del camino y mis ganas de apreciarlo, el mareo (y sus consecuencias) no tardó en llegar y Juan, que gran parte estuvo leyendo, me acompaño en el sentimiento. Finalmente llegamos y sin más vueltas (por favor) fuimos al hostel que nos habían recomendado. Mayabell es un gran terreno rodeado de selva que invita a ser recorrido. Pero allí sucedió lo más feo del viaje, que por suerte no nos afectó directamente. Esa noche fuimos a comer al comedor , al aire libre con música en vivo. En la mesa de al lado, nuestro vecino de habitación charlaba con una pareja de italianos, nosotros, en la nuestra, no participamos, (pero observamos y comentamos como, los argentinos, heredamos la forma de expresase de los italianos). Fue imposible no notar cuando la pareja se fue, y también fue imposible no escuchar los gritos de dolor de él unos 40 minutos después, Preguntando nos enteramos que un vehículo había atropellado a la chica y la había matado. No la vimos pero cada grito penetraba el corazón. Nos fuimos a dormir pero fue muy difícil conciliar el sueño.

A la mañana siguiente no escuchamos comentarios del caso. Nos fuimos a conocer las ruinas.

Que difícil explicar la belleza después de relatar la muerte. Pero el viaje debía continuar. El sitio arqueológico está rodeado de selva, nada original a esa altura. Subimos a todas las pirámides que se podía, atravesamos todas las puertas que no estaban cruzadas por algún stop y hasta bajamos, porque en el castillo habían escaleras hacia abajo. Los pasillos eran oscuros, habían algunas piedras lisas que sirvieron de camas y muchas maneras de entrar y salir. El calor era agobiante y la humedad se hacía sentir con fuerza. El agua se nos terminó rápido. La única pirámide que no se puede subir era la "de las inscripciones". Dentro de ella, hace muchos años, encontraron la tumba del rey Pakal. Resulta que había sido especialmente construida por orden del rey para servirle de tumba, Quería que todos lo recordaran como un grande, y la joda le salio bien porque su rostro pudo ser reconstruido muy fiel a la realidad (decía) con las piezas de jade que originalmente lo cubría. La tumba original se encuentra en el museo de sitio al que llegamos justo a tiempo para verla porque hay horarios para hacerlo. Dicen los que saben que los jeroglíficos y palabras que la adornan relatan su vida (se nombra a sus padres en dos ocasiones) y obra. Fue enterrado junto a tesoros como ofrenda a los dioses.
Antes de dejar el hostel habíamos devuelto la llave de la habitación y nuestras mochilas nos esperaron en un locker. Como teníamos tiempo antes de subirnos nuevamente a un colectivo, comimos algo. Yo huaca mole sin picante, sin hievas, sin onda, solo tomate y para tomar jugo natural de piña. Había que reponer energías luego de un día de mucha caminata y poca agua y comida; pero la cosa no me cayó bien. Empalidecí y mi cuerpo se puso frío. La comida a medio digerir termino entre unos arboles a la salida del hostel. Espero que a los murciélagos les haya interesado ese "aperitivo". Yo inmediatamente me sentí mejor.
Y así terminaron dos días de selva, mareos y desgracias.

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